Virginia cambia.

Bueno vamos empezando con el cambio “físico”.

Poco a poco.

Desde siempre me he mordido las uñas y este verano cuando estuve en Zamora, me propuse no morderlas, porque allí andaban todas haciéndose la manicura unas a otras todas las semanas y yo quería participar. Y ahora tengo unas uñas largas y preciosas. Y ni tentación de mordérmelas de nuevo, que si no, no puedo pintármelas como lo hago.

Luego siempre he querido tener el pelo largo. Me gustaba como lo llevaba, de largo me refiero, Enma Buton la ex-spice girls cuando sacaron el primer disco. Pero como me crece muy poco y todos los veranos me lo cortaba por la barbilla para ir de acampada 15 días, lo más largo que lo he tenido ha sido por el hombro. Y ahora después de por lo menos 3 años sin cortármelo, solo las puntas, ya casi lo tengo del largo deseado. Me faltan unos 15 cm. Ya queda menos, pero lo estoy consiguiendo.

Y luego el lila. Sabéis que me encanta. Y desde pequeña lo quería y mi tía ya a los ocho años pagaba un pastón en la pelu, cuando iba con ella, para que me pusieran mechas de keratina en lila. Y yo tan contenta. Ya de mayor, primer año de carrera, intente hacer el pelo entero pero quedaba color vino. Pero ayer cuando fui a mi nueva peluquería… Lo conseguí!!

Me han hecho hasta fotos en la peluquería porque les ha encantado. Ha quedado lila pero no una cosa exagerada ni hortera. O por lo menos eso veo y esta viendo la gente. Y todo a sido gracias a Tahe. Ahora me las tengo que retocar cada semana yo en casa, como si fuera una crema. Por que no es tinte, así que si un día me da el cuarto de hora puedo dejar que se me quite y ponerme otro color comprándome un bote nuevo.  Estoy que me subo por las paredes.

Ahora lo siguiente aquello que todo el mundo se plantea en los propósitos de año nuevo: perder peso y volver a ser como era con 18. Que no es mucho.

Allá vamos.